Jamás había visto ese edificio. Así me pareció aquella mañana. Alzando la mirada, tomé conciencia de mis alas. Se desveló ante mi, impresionante, nítida, la colorida fachada, con sus balcones y ventanas. Habría pasado por allí millones de veces y nunca antes había percibido de forma tan clara. De hecho, hacía bastante tiempo que no levantaba, ni a esa altura, la mirada. Y recordé la cama, olí sus sábanas, sentí la fresca blancura de las almohadas, el Amor y la Luz que entraban.
Ana.
22-28/2/18
Cuadro de Isabel de la llave.